Sta Teresa de los Andes

SANTA TERESA
DE JESÚS DE LOS ANDES



–I –

Aquel ARTISTA que en los cielos mora,
te modeló con mimo y gran destreza,
dotándote de espléndida belleza
mas de modo ninguno turbadora.

Muy esbelta y juncal; una cascada
tu cabellera de oro, ojos muy bellos,
de límpida y dulcísimo mirada
y con reflejo de jacinto en ellos.

Como el granado en flor tu boca era;
la sonrisa, frecuente y hechicera,
gratísima tu voz y cristalina.

Tan bello y armonioso era el conjunto
que, sin faltar a la verdad ni un punto,
tu mismo hermano te llamó: “divina”


–II–

No es el alma, lo mismo que las flores,
que inmutable conservan su hermosura,
porque puede adquirir nuevos primores
si con esmero la virtud procura.

Fue la tuya un diamante ensombrecido,
que se volvió bellísimo y radiante
por el ARTISTA celestial pulido
y tu afán de virtud siempre constante.

Su belleza aumentaba día a día.
Y al mismo tiempo, sin cesar subía
en raudo vuelo, a místicas esferas.

Angelical, ajena a devaneos.
Imán el BUEN JESÚS de tus deseos,
te enamoró para que suya fueras.



–III–

Al fin, tendiste el vuelo, palomita
al Arca Santa de un convento andino
para cumplir en él tu gran destino;
el de ser SANTA y SANTA carmelita.

Una vida escondida en CRISTO llevas,
“con ansias en amores inflamada”;
en larga “noche oscura” acrisolada
a lo más Alto, en santidad, te elevas.

TU nos enseñas de admirable modo
que el verdadero amor lo puede todo
y a las almas pequeñas hace grandes.

Y que suplir puede a una larga vida,
como en tu caso fue, joven querida
¡Copihue en flor, TERESA de los ANDES!

–IV–

 Pienso, al verte, TERESA de los ANDES,
flor de tanta belleza y tanto hechizo,
que su gusto y amor fueron muy grandes
para hacerte el SEÑOR como te hizo.

Linda en extremo, sumamente pura,
de los peligros te libró del mundo,
prendió en tu alma gran afán de altura
y un amor hacia EL, tierno y profundo.

Para dar a tu obra el acabado,
a duras pruebas fuiste sometida,
en la paz silenciosa de un Carmelo.

Divino, PICMALIÓN, enamorado,
en plena primavera de tu vida,
cortó la FLOR y te llevó a su Cielo.

  

–V–

 Niña rica y hermosa; lisonjero ,
el mundo sonreía ante tus ojos
y en tu florido y cómodo sendero
apenas si se hallaban los abrojos.

Pronto, la cruz se te hizo más frecuente
al ritmo que avanzaba tu existencia
y paralela y paulatinamente
fuiste TU ahondando en su difícil ciencia.

En tu progreso la encontraste bella;
y con pasión la amaste, pues te hacía
a tu ESPOSO de sangre parecerte.

Al fin, por el dolor clavada en ella,
fue como su agonía tu agonía
y tu muerte fue copia de su muerte.


–VI–

¿Habrá habido una novia, enamorada,
como TU, del Amor de los amores?
¿Y una esposa a su esposo consagrada
con un fervor, parejo a tus fervores?

Eras adolescente todavía
y en algunos aspectos inmadura
y ya tu corazón de amor ardía,
"loquita por JESÚS y su hermosura”

Ofrenda generosa fue tu vida
por el amor más puro consumida;
tal el fuego a la leña hace pavesa.

Solo supiste darle amor, de suerte
que te encontró, cuando llego la muerte;
sin nada más que amor, dulce TERESA.

  
-V I I-

¡Es nuestra, sí! vivió por estos lares,
en los que tanto la belleza brilla:
SANTIAGO, S. JOSÉ de LONCOMlLLA,
BUGALEMU le fueron familiares

lo mismo que CUNACO y ALGARROBO.
La CORDILLERA de nevados montes
como “el mar de infinitos horizontes”
 contemplaron sus ojos con arrobo.

Linda joven chilena, TERESITA,
cristiana, fervorosa, carmelita,
fue en todo natural sin ningún truco.

Y esta santa de CHILE -¡la primera!-
cabalgó -no lo olvides- muy ligera, 
amazona gentil por GHACABUCO.


–VIII–

¿Y quién es esa joven carmelita
que, en gesto de acogida, abre sus brazos?
–Es una SANTA, que a tener te invita
desde hoy, con ella, espirituales lazos.

Es un regalo que el SEÑOR hiciera
a CHILE, nuestra patria, amada y linda;
una efímera flor de primavera
que eterno ejemplo de virtud te brinda.

Su vida de seglar y en el Carmelo
fue corriente y sencilla, buen modelo
para toda mujer y cualquier hombre.

Responde a su actitud alegremente.
Invócala y hazla tu confidente.
¡TERESA de los ANDES es su nombre!

  
–IX–
 EsperoJESÚS mío- que te ablandes
a mi oración, humilde y encendida,
en la que te pido amarte a la medida
como te amó TERESA de los ANDES.

Me entusiasma al saberla enamorada,
siendo tan joven y en extremo bella.
¡, su “TODO ADORADO” para ella,
tu amarga cruz, su joya más amada.

La envidio santamente, JESÚS mío,
y tras sus huellas caminara ansío,
aunque sea difícil el sendero.

¡Ayúdame, SEÑOR! Y ten presente
que amarte ahora, apasionadamente
como TERESA de los ANDES, quiero!


–X–
 Del lirio, la violeta y de la rosa
tuvo profusamente los primores,
si bien a todas estas lindas flores
les llevaba ventaja, por hermosa.

AQUEL, que se apacienta entre azucenas,
mimosamente la cuidó, entre abrojos;
la convirtió en encanto de sus ojos
y en solaz apacible de sus penas.

Quiso poco antes de llevarla al cielo,
que en el jardín selecto del Carmelo,
brillara fugazmente su hermosura.

TERESA de JESÚS, flor hechicera,
se ajaba –¡ay!– en plena primavera,
pero por siempre su fragancia dura.

  
–XI–
 Más que enamoramiento, fue locura
lo que –TERESA– por JESÚS tuviste
y sin embargo, a todos pareciste
una joven de máxima cordura.

Por su bondad, JESÚS y su hermosura
es, sin dudarlo, lo mejor que existe.
¿Quién a sus atractivos se resiste?
¿qué vale ante EL ninguna criatura?

Quien lo conozca, estimará que es todo
cuanto en el mundo hay basura y lodo
aun las cosas más bellas y más grandes.

Así los Santos, seres “peregrinos”,
sensatos y a la vez, locos divinos...
¡Entre ellos, tu –TERESA  de los ANDES!–

 –XII–
 Fuiste sensible a la amistad humana,
uno de los encantos de la vida.
Amaste mucho y fuiste muy querida;
más de una amiga fue como una hermana.

Como JESÚS, tuviste preferencias
–CARMEN, ELISA, ELENA– señaladas;
por ti, las tres serían regaladas
con muchas y valiosas confidencias.

Fue tu amor de amistad benevolente,
solidario, leal, profundo, ardiente,
inmaculado cual la nieve andina,

como del todo, en el de DIOS fundado.
¡Por eso, yo te miro con agrado,
tan humana –TERESA– y tan divina!



–XIII–

Esta que ves aquí, joven y hermosa,
de una belleza espléndida y serena,
combina la elegancia de la rosa
con el blanco pudor de la azucena.

No hay en ella –ya ves– nada postizo
ni pendientes, collares ni pulseras;
¡tan solo muestra el natural hechizo
de su dieciocho lindas primaveras!

Su mirada de limpia transparencia
parece vislumbrar –lejos– la cita
con el CARMELO, su mansión soñada...

¡Oh, contempla –alma mía– con frecuencia
a esta joven, hoy SANTA carmelita,
que tanto dice, sin que diga nada!


–XIV–

Que eres TU, de la IGLESIA y del CARMELO
hija ejemplar y joya deslumbrante,
lo difunde la fama en raudo vuelo,
por todas partes en acción constante.

Que bebiste de siempre en el aljibe,
de la piedad, sincera y encendida,
en páginas sencillas lo describe
la breve historia de tu breve vida.

Que Esposa de JESÚS, tu vida oculta
todo un prodigio de virtud resulta,
tus HERMANAS, gozosas, corroboran...

Que por suya te tienen, muy ufanos
lo dicen los chilenos, tus paisanos,
que te invocan, te admiran y te adoran.


                         
 –XV–

Si es parecida a la primavera
la juventud, florida y sonriente,
también lo es al mar, pues fácilmente

el oleaje pasional la altera.

¿No entraña para jóvenes, aun buenas,
serios peligros el cruzar el mismo;
y no las arrastra, a veces, al abismo
el canto seductor de las sirenas?

“TE QUIERO CARMELITA”, te decía
el timonel de tu bajel y guía.
y tu, feliz: “Haré lo que TU mandes”.

Y sana y salva, al puerto te condujo
de un bendito CARMELO, sin más lujo
que una suma pobreza: ¡el de los ANDES!


–XVI–

Si fue locura haberse disfrazado
DIOS con el traje vil de los esclavos,
morir en cruz, cosido con tres clavos
por remedir al mundo del pecado;

otra también, sin nombre a su medida
es la de anonadarse, noche y día,
por todas partes, en la EUCARISTÍA,
maravilla de amor, fuente de vida.

Claramente TERESA lo percibe:
“Ese loco de amor, JESÚS –escribe
a su REBECA– me trae loquita”.

Su muerte en cruz y muerte prematura
sellaba esa divina chifladura

en un “palomarcico” carmelita.

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